Bajé por las escaleras mecánicas hacia el interior, era la línea mas profunda
del metro, mientras caminaba por los pasillos comencé a oír una música lejana era un pasodoble conocido, un poco mas adelante pude comprobar que se trataba de un
individuo de fuerte complexión y enorme cabellera, que portaba un acordeón amenizando el recorrido de los
viajeros que caminábamos por aquel pasillo interminable.
Una vez en el andén tuve suerte esta vez, solo un par de minutos de
espera hasta que apareció el convoy por el túnel del fondo, subí al segundo vagón
tomando uno de los asientos vacíos, eran las once de la mañana y era escaso el
número de viajeros.
Comencé a dirigir la vista hacia
distintas zonas del vagón, la detuve en un individuo bien trajeado, canoso, bastante
erguido y gafas oscuras, de unos sesenta años que mantenía entre sus manos un
portafolio azul y negro que movía frecuentemente de forma inconsciente. Supuse
que sería algún profesional, arquitecto, abogado, aunque también podía ser
agente de seguros o vendedor de cepillos dentales, también pensé que podía ser algún corrupto de guante blanco, pero no, esos no suelen ir en metro, aunque quien sabe.
En un asiento colindante iba una
mujer de mediana edad, rubia de frasco, se apreciaba perfectamente la raíz oscura
de su cabello, era bien parecida y mas bien rellenita, hacía que dormitaba,
pero abría los ojos de vez en cuando, vestía muy bien, podía ser un
ama de casa dirigiéndose hacia algún centro comercial, aunque quizás fuera docente, enfermera, secretaria o
vete tu a saber.
Frente a mi iba otro viajero
moreno, de tez oscura, menudo, con rasgos latinos, vestía pantalón vaquero y un polo estampado de color beige, me
recordó al machu pichu de una famosa serie televisiva, imaginé que sería uno de
los muchos inmigrantes que deambulan por nuestras ciudades soportando esta crisis
tan brutal. Portaba en las manos un
teléfono móvil que manipulaba con una destreza sorprendente, se me ocurrió que
redactaría algún mensaje para algún compatriota o quizás a su pareja, claro que
también podía estar jugando a Super Mario Bros.
Apoyado junto a una puerta iba un
individuo bastante desaliñado con varios tatuajes, un pin en una ceja,
ojos brillantes y cara de pocos amigos,
era uno de estos individuos que cuando lo ves te tientas la cartera para ver si
está en su sitio, cuando ví que me miraba fijamente, por si acaso desvié la
vista hacia otro lugar.
El viajero que iba sentado a mi
derecha vestía ropa de trabajo y portaba una bolsa bandolera, ojeaba un
diario de esos gratuitos, esos que tanto daño han hecho a la prensa de pago, en
la portada pude leer el titular “Enero terminó con 132.000 nuevos parados”, enseguida
pensé en la magnitud de la noticia, esos
son los habitantes que hay en Cadiz.
Cansado de elucubraciones levante
la cabeza hacia el anden donde acabábamos de entrar, comprobando que me había
pasado dos estaciones, salí del vagón pensando para mis adentros la
torpeza de mi despiste, algo que no era la primera vez que me ocurría.
Cambié al anden opuesto donde
tuve que esperar cuatro minutos hasta que se detuvo un nuevo convoy, una vez
dentro como sólo eran dos estaciones permanecí en pie para que no me volviera a
ocurrir lo mismo, pero enseguida observé en un lateral a una mujer con una blusa azul y un pantalón........
Cualquier parecido con la realidad es pura
coincidencia, o quizás no, quien sabe.
Sabes que yo también ando siempre haciendo elucubraciones acerca de la gente que me rodea.
ResponderEliminarHas descrito a la perfección el ambiente del vagón, y te has pasado de parada....yo a veces me he bajado del autobus sin haber llegado, con mis pensamientos perdidos en cualquier historia.
De esos parados la mitad los tenemos aquí en Cádiz.
La cosa en los astilleros está mal.
Un beso.
Porqué tenemos esa manía de hacer un imaginario retrato de los que nos acompañan en el viaje??
ResponderEliminarEmpezamos a imaginarlos por sus vestidos y si les preguntaramos, a lo mejor acertamos:))
Buena entrada.
Un beso.
Estoy convencido de que si nos quedásemos sentados un par de horas dentro de un vagon observando a la gente, podriamos escribir un pequeño relato sin casi darnos cuenta.
ResponderEliminarSaludos.
Pues es cierto que yo también me entretengo con mis pensamientos cuando estoy en una situación parecida. Mi imaginación vuela no te puedes imaginar hasta qué límites. Yo acabaría escribiendo una novela de suspense si en mi ciudad hubiera metro y lo cogiera a menudo, no te quepa duda.
ResponderEliminarSi yo te contara...